La ansiedad generalizada es la forma de ansiedad más común en relación a las preocupaciones, peligros y temores que experimentamos. Por ejemplo, ya sea por algo que entrañe gravedad, cómo padecer una enfermedad, nosotros o un ser querido o cosas más triviales cómo tener que hablar en público y temer hacerlo mal.

Tenemos que tener en cuenta que la ansiedad es algo normal cuando está en pequeñas dosis, es un factor fisiológico, cognitivo y conductual común a todas las personas, un resorte ante ciertas situaciones, por ejemplo, peligros, que nos prepara para dar una respuesta que nos salvaguarde. Pero sin duda, pasa a ser un auténtico problema cuando se generaliza a todo lo que desempeñamos, incluso llegando a convertirse en un problema crónico, que sin duda, requerirá de la ayuda de un profesional que aplique diversas técnicas y herramientas para modificar en sentido positivo el estado ansioso que padecemos.

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¿Qué es la ansiedad generalizada?

La ansiedad generalizada es una tipología de ansiedad bastante frecuente, la cual se expresa a través de nuestros temores, que incluso aunque no tenga gran frecuencia si presentan una intensidad excesiva, normalmente relacionada con los peligros y preocupaciones de la vida

Dicha preocupación tiende a focalizarse en todo cuanto es posible que suceda normalmente en un futuro próximo. Se tiende a anticipar negativamente las situaciones, por ejemplo, si tenemos una cita importante, la persona ansiosa tendrá el temor de llegar tarde y anticipará todo un sin fin de posibles incidentes en el camino: atascos, tropiezos, lluvia, lo que sea, cosas que si bien pueden ocurrir, no necesariamente tienen porque hacerlo. Independientemente de ello, la persona ansiosa será dominada por este tipo de pensamientos que se convertirán en obsesivos.

Aquí radica la diferencia entre una ansiedad normal y otra patológica,  dónde la persona con ansiedad generalizada no teme una sola cosa, sino que teme a numerosos posibles desenlaces, todo ellos desencadenantes de ansiedad, es decir, todo le produce o le puede producir temor.

Imaginemos cualquier situación en las que pueden darse un sinfín de posibilidades, tanto positivas como negativas, una persona ansiosa se centrará en las negativas incluso aunque le parezcan improbables. Por ejemplo, sí al día siguiente tiene una reunión social sin ningún tipo de importancia será incapaz de conciliar el sueño pensando en todo lo que podría salir mal.

Las preocupaciones de la persona con ansiedad

Hay preocupaciones que son comunes a todas las personas, es normal tenerlas a lo largo de nuestra vida o en contextos concretos. ¿Quién no teme morir o estar enfermo? o que un familiar muera, que la vida nos vaya mal y pasar serias dificultades...

Sin embargo, la persona ansiosa también tiene temor a todas las cosas triviales y sin trascendencia real que puedan suceder, como llegar tarde, quedar mal por cualquier motivo, etc. Estos temores las dominan y aunque son cosas que pueden pasar, normalmente la gente no las tiene como una amenaza ni mucho menos piensa recurrente y obsesivamente en ello. La persona ansiosa si lo hace, realizando listas de todas esas posibilidades que le resultan amenazantes, desde la mas nimia hasta la más grave.

Podríamos decir que la persona ansiosa tiene mayor dificultad en tolerar las incertidumbres y anticipa todos los posibles escenarios desastrosos en su mente. Cuanto más crece su preocupación, más crece su ansiedad, es la "pescadilla que se muerde la cola". Inmersa en semejante coyuntura, la persona ansiosa no presta atención a la verdadera probabilidad de que ocurra un suceso negativo catastrófico ni atiende a razones si se le plantea algo lógico como que no merece la pena preocuparse por todo.

Cuando la persona ansiosa no consigue controlar sus ideas, la ansiedad generalizada adquiere un carácter invasivo en todos los ámbitos de su vida, siendo una verdadera molestia donde todo se torna en fuente de inquietud. Esta inquietud le lleva a adoptar ciertas conductas que no le generan ningún alivio, ni siquiera momentáneamente, al contrario, solo retroalimentan su ansiedad.

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¿Qué experimenta quién padece ansiedad?

La ansiedad no es un factor únicamente psicológico, cognitivo o afectivo, también influye a nivel físico, afecta a nuestro cuerpo incluso antes de que sepamos identificarla en nosotros mismos.

  • La tensión muscular: Es muy normal que las personas ansiosas sientan los músculos de la espalda y los hombros cargados, incluso las facciones del rostro se sienten tensas y pueden llegar a generan dolor.
  • El sueño:  Padecer insomnio es frecuente en quién a causa de tantas cavilaciones no puede conciliarlo.  Es fácil desvelarse o despertarse varias veces durante la noche con pensamientos recurrentes acerca de todo lo que se hizo o habrá que hacer.
  • El cansancio:  Semejante nivel de preocupaciones deriva en un cansancio psíquico y también físico. De hecho, este motivo, con frecuencia, lleva a las personas que padecen ansiedad a consultar a su médico.
  • La tensión interna:  Muchas personas con ansiedad sienten una sensación que no aciertan a describir. Hablamos de la tensión interna, una especie de nerviosismo, de sofoco que no para de aumentar y genera desasosiego a la persona, siendo una sensación bastante desagradable qué puede llegar a inhabilitarla.
  • Manifestaciones físicas: Pueden ser diversas, dependerá de cada persona, como aumento del ritmo cardíaco, palpitaciones, dificultades para respirar, dolor o presión en el pecho, problemas digestivos, gases, aturdimiento, mareo, temblor de brazos o piernas, vértigo, hormigueo, sequedad en la boca, etc.

Consecuencias negativas de la ansiedad generalizada.

Aunque muchas de estas descripciones sean representativas de nuestras vidas, perteneciendo al ámbito de lo normal, cuando se descontrolan se convierten en una fuente dé problemas que dificulta nuestra vida y cotidianidad.

La ansiedad generalizada tiende normalmente a prolongarse y aquí reside el auténtico problema, de lo contrario no sería patológica. Por prolongarse nos referimos a varias meses, incluso varios años. Resulta fácil imaginarse que padecer un problema durante un periodo tan prolongado acarreará muchas consecuencias negativas en nuestra salud y en nuestra psique.

Pero no solo afecta nuestra mente y salud, la ansiedad repercute sobre todas nuestras actividades diarias, ya sean laborales, personales o relacionales.

El estrés que ciertas actividades nos genera servirá para apuntalar aún más la ansiedad que padecemos e incluso puede terminar por desbordarnos.

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Cómo actuar frente a la ansiedad.

Mucha gente piensa que la ansiedad es algo que se tiene de por vida. Si bien es cierto que la ansiedad es nuestra manera de  reaccionar al mundo que nos rodea y no es posible eliminarla por completo, si se puede atenuar o tener en unos niveles aceptables y normales.

Existen diferentes herramientas y técnicas para gestionar la ansiedad ya sea de manera individual o mediante ayuda. En todo caso es muy importante comprender que nos está ocurriendo y que experimentamos en nuestro interior antes de poder desarrollar estrategias por nuestra cuenta.

Quienes padecen ansiedad generalizada son más sensibles al estrés, hay que aprender a controlar el estrés. Las situaciones ansiosas, las conductas de evitación y pensamientos recurrentes, conducen a todo lo contrario, a incrementarlo. Es necesario revisar nuestros pensamientos desde la objetividad, para así, poco a poco, ir solventando el problema.

No es una tarea fácil modificar los pensamientos negativos, para ellos es recomendable usar métodos cognitivos, darse cuenta que someterse a interminables cavilaciones no es eficaz, comprender que lo que estamos pensando, si bien no es necesariamente falso, si es a menudo exagerado y excesivo. Tenemos que tener en cuenta que no podemos controlarlo todo, de nada sirve darle vueltas a todas las cosas.

Debemos aprender a relajar nuestro cuerpo, el cual, bajo de la ansiedad generalizada se encuentra a pleno rendimiento aunque en realidad no sea necesario, nos produce toda la serie de alteraciones físicas descritas anteriormente, prepara al cuerpo para estar alerta ante cualquier eventualidad, aunque tal eventualidad no es probable que suceda.

Existen diversas herramientas para regular nuestro cuerpo,  como la relajación y meditación o practicar una actividad física. Esto última puede suponer un problema porque algunas personas cuentan entre sus muchos temores el temor a las propias actividades físicas.  En este caso la solución puede ser a su vez la causa del problema y resulta necesario abordar el asunto de otra manera.

También podemos exponernos paulatinamente a las situaciones que nos causan temor y que solemos evitar, ir afrontándolas desde un punto de vista racional que nos acerque a su aceptación. De esta manera la ansiedad irá disminuyendo progresivamente, algo similar a las técnicas de exposición a las fobias.

En todo caso, si no somos capaces de poner bajo control nuestra ansiedad, si estando siendo superados de una manera que nos imposibilita en nuestro quehacer cotidiano, es el momento de plantearse que podemos estar necesitando ayuda psicológica por parte de un profesional de la psicología.