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TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL

En los momentos de incertidumbre que atraviesa la vida, muchas personas ven alterada su rutina diaria y se encuentran ante situaciones estresantes que pueden desgastar el ánimo, y en ocasiones, desencadenar problemas relacionados con estados de ansiedad o pensamientos negativos. Estos pensamientos, al repetirse una y otra vez, pueden acabar por desestabilizarnos en nuestra vida. Es en esos momentos donde debemos pisar un poco el freno y buscar atención especializada.

En la actualidad, la Psicología dispone de mecanismos y sistemas para mejorar el bienestar de las personas, ya sea en parcelas concretas de nuestra vida o en una escala más amplia. En las últimas décadas, se han realizado multitud de estudios científicos, avalando clínicamente algunas de esas técnicas.

Recordemos que, aunque se trate de una ciencia joven, la Psicología basa su conocimiento y sus prácticas en el método científico, y, como tal, los resultados que ofrece están contrastados y pueden ser probados. Este es un detalle importante, debido a la proliferación en los últimos años de pseudoterapias que prometen beneficios prácticamente ilimitados en muy corto espacio de tiempo, pero que no han conseguido probar su eficacia. Un sistema que no prueba su eficacia de forma empírica se aproxima a ser comparado con lanzar una moneda al aire, y actuar de forma arbitraria, con los peligros que eso puede conllevar para nuestra salud.

¿Qué es la terapia cognitivo-conductual?

Uno de los sistemas terapéuticos que más eficacia ha demostrado es la llamada terapia cognitivo-conductual (TCC), que se basa en técnicas procedentes de la psicología conductista y la psicología cognitiva. Los fundamentos de la TCC residen en la concepción de la mente como una interacción entre lo que hacemos (nuestra conducta), lo que pensamos (nuestros pensamientos) y lo que sentimos (nuestra fisiología).

La mente es un todo que funciona unido y lo que ocurre en una dimensión puede afectar a otra. De manera que, por ejemplo, pensar que nuestra carga de trabajo es desproporcionada, puede desencadenar que hagamos nuestra labor con menos motivación, y esto a su vez, genere un estado de ansiedad durante el tiempo que permanecemos en nuestro puesto (y que se mantenga al salir de él y relacionarnos con la familia). Es aquí donde interviene la TCC, al ayudarnos a analizar si los pensamientos y las conductas que estamos teniendo son racionales y "útiles" para nuestra vida, o, por el contrario, nos provocan malestar.

terapia cognitivo conductual

Es importante señalar que la terapia cognitivo conductual no pretende cambiar nuestra realidad (porque, a menudo, eso sería imposible), sino adaptar la forma en la que nosotros mismos la percibimos. Aunque cueste verlo de una manera más amplia, las cosas que nos pasan, por sí mismas, no son buenas ni malas, sino que somos nosotros los que las recibimos y les damos un sentido.

Un ejemplo clásico puede ilustrar este asunto. Un estudiante que suspende una asignatura puede pensar que es torpe y no vale para estudiar, o puede tomarlo como un desafío para mejorar y estudiar más (o de otra forma) la próxima vez. El hecho es el mismo, el suspenso. Pero las formas de interpretarlo, así como sus consecuencias, cambian notablemente.

De esta forma, en la terapia cognitivo-conductual, el terapeuta, con ayuda del paciente, analiza a través de las sesiones individualizadas qué pensamientos y qué conductas pueden estar causando problemas en el día a día.

Es necesario aclarar que el terapeuta no pretende dictar lo que se tiene que hacer, sino que es un guía que nos aconseja y, sobre todo, nos plantea preguntas que nos pueden ayudar a ver las cosas desde otra perspectiva.

Recordemos que el cambio solo puede provenir de uno mismo, y no existen "magos" que puedan cambiarnos instantáneamente. El terapeuta, de esta manera, nos escuchará, y, a partir de su formación y experiencia (por eso es importante que se trate de un profesional acreditado) nos ofrecerá algunas propuestas para mostrarnos cómo algunos de nuestros pensamientos están basados en creencias irracionales, y la forma en la que se pueden sustituir por otros (p.ej. "en el peor de los casos, qué pasaría si…"). Al trabajar en ello, empezaremos a actuar de otra manera en nuestra vida, y veremos cómo se producen cambios que podremos aprovechar.

Aquí es preciso resaltar que ni la TCC, ni ninguna otra terapia, pueden ofrecer una garantía del 100% en la obtención de resultados. Pero sí porcentajes muy altos de mejoría (dependiendo del problema a tratar) que avalan su utilización.

¿Para qué se puede usar la Terapia Cognitivo Conductual?

El espectro de problemáticas es muy amplio: desde trastornos de ansiedad, a estados depresivos, pasando por fobias, trastornos del sueño o, simplemente, problemas comunes, como son las dificultades laborales o los problemas de pareja. La aplicación tan amplia es debido a que, como personas, todos funcionamos y nos comportamos de formas muy parecidas.

En función del problema a tratar, las técnicas utilizadas serán unas u otras. En el caso de la ansiedad, se puede trabajar a través de técnicas de relajación y meditación (que disminuirían la activación fisiológica, una de las tres dimensiones que hablábamos al principio). En el caso de la depresión, el abordaje podría venir a través del cambio de pensamientos que acabamos de comentar, y el establecimiento de rutinas diarias concretas, para ayudarnos a encontrar motivaciones.

Por su parte, las fobias pueden trabajarse a través de la exposición controlada al objeto temido, como, por ejemplo, las arañas o los ascensores. El terapeuta diseñará un plan de exposición que irá, desde el mero visionado de fotografías, hasta poder permanecer unos minutos en la misma habitación con una araña o entrar a un ascensor sin ponerlo en marcha previamente.

Dependiendo de la gravedad del problema y su efecto en la vida del cliente, las sesiones se prolongarán más o menos en el tiempo, pero la TCC no se caracteriza por ser una terapia larga y costosa. Algunas personas acuden con problemas de índole social, con dificultades para relacionarse con otros. En esos casos, el tratamiento irá orientado al entrenamiento en habilidades sociales, y su puesta en práctica en ámbitos controlados.

En definitiva, la terapia cognitivo-conductual es un sistema con respaldo científico, aplicable a multitud de problemas, y cuya tasa de mejoría es alta en una gran parte de ellos. Y eso es un hecho demostrado y comprobable, si bien requiere de una actitud positiva y activa por parte de la persona, ya que el terapeuta es un guía y un apoyo en el cambio, pero no un director de orquesta.

Al final, la psicoterapia se puede comparar metafóricamente con un bastón, que nos permite apoyarnos (o levantarnos si nos hemos caído), que nos ayuda a andar el camino de la recuperación para cambiar nuestra vida, porque cuando ya no necesitamos más el bastón, nos damos cuenta de lo mucho que merece la pena vivirla.


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