La infidelidad consiste en la ruptura de un “contrato” tácito o explícito entre distintos miembros de una relación interpersonal, involucrando normalmente a una tercera persona, cosa no consensuada previamente entre las partes. Pero a lo largo de este escrito, nos centraremos especialmente en las infidelidades románticas y de pareja.

 Así pues en este artículo vamos a responder preguntas como: ¿Qué se puede considerar infidelidad? ¿Se puede superar el dolor de una infidelidad? ¿Y reparar una relación en la que han ocurrido infidelidades? ¿Por qué mi pareja es infiel? ¿Qué puedo hacer yo?

¿Qué es la infidelidad?

Etimológicamente, “fidelidad” viene de fidelitas, que significa fe, lealtad, sinceridad, constancia en los afectos y cumplimiento de las promesas hechas. Por tanto, la ruptura de estas cualidades podría entenderse originalmente como un acto de infidelidad.

 Concretando la definición para las relaciones de pareja, el aspecto afectivo/sexual cobra especial importancia, dado que se asocia a la seguridad que la otra persona transmite y a la certeza de que la relación podrá mantenerse a lo largo del tiempo.

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¿Quienes suelen ser infieles?

En primer lugar, se suele discutir mucho cuál de los dos sexos es más infiel. Pues bien, según diversas investigaciones, no hay diferencias significativas entre los sexos y de haberlas, se deben a causas secundarias (como que los hombres, por motivos laborales, suelen pasar más tiempo fuera de casa). Pero si igualamos este tipo de variables, las diferencias entre sexos desaparecen.

También se ha comprobado que cada vez más, las personas comenten infidelidades antes. Si por ejemplo en los años 50, los hombres tardaban 11 años en cometer una infidelidad después de haber empezado una relación, y las mujeres 14, hoy día el tiempo es la mitad. Y esta tendencia descendiente sigue imparable. Mientras que antes las infidelidades se cometían en “las crisis de los 40” o la monotonía de la relación en los 50, hoy suelen suceder antes de los 25 años.

Para concluir este tema, debemos remarcar que las personas que suelen sentirse más “incorruptibles” y consideran que les resultaría imposible ser infieles, son las que con mayor facilidad acaban siéndolo, porque ponen menos límites a otras relaciones porque consideran que no podrían sentir nada por alguien distinto a la pareja. Y cuando se dan cuenta, ya es demasiado tarde.

¿Por qué duele tanto la infidelidad?

Principalmente el dolor en estas situaciones suele estar ligado a tres posibles pensamientos o ideas internas de la persona:

- No soy suficiente: La persona que sufre la infidelidad vive la experiencia como una derrota y una demostración de no haber estado a la altura. Incapaz de satisfacer las necesidades de su pareja, suele acarrear excesiva culpa, algo incompatible con la superación de la infidelidad.

El miedo a la soledad: Asociar la infidelidad a ruptura de la relación y extenderlo a la posibilidad de no volver a encontrar a alguien en un futuro. Cosa que es normal, a todos nos da miedo estar solos en este mundo, pero si este miedo se vuelve excesivamente inundante, los problemas estarán servidos.

Miedo al abandono: Hay personas que llevan bien la soledad, pero muy mal el proceso de abandono en concreto. Suelen ser personas que tardan mucho en comenzar las relaciones y que una vez empezada, se involucran intensamente; pero el dolor que sufren cuando pierden la relación es muy elevado.

Pautas para superar una infidelidad y el dolor asociado

A continuación vamos a ver algunos consejos para mejorar la situación y disminuir el dolor; así como intentar reparar la relación en el caso de que se tome esa decisión.

1. Defender tu posición y el no-victimismo

Es normal que cuando se descubre la infidelidad el dolor tome el control de nosotros. No pasa nada, es la primera etapa que deberemos superar (una vez aceptada la infidelidad, porque podría haber una etapa previa de negación de la misma).

Junto con este dolor, es habitual que venga el sentimiento de víctima en el cual, la otra persona que nos ha sido infiel deba reparar el dolor que nos ha causado. Esto también es normal e incluso recomendable, ya que la otra persona debe ver el dolor causado y nosotros debemos ser libres de poder expresarlo.
El problema viene cuando nos enquistamos en esta posición retroalimentando el bucle de “yo soy la víctima y tú tienes que compensarme”. Esto suele empezar con ataques por parte de la víctima y llegado un punto, el mismo infiel puede cansarse y empezar a pagar también con ataques.

Así pues, es recomendable dejar de lado poco a poco el victimismo y situarnos en una posición más activa que busca defender sus intereses, proponer cambios y forma de solucionar el deterioro causado y dejar claro cuales son las nuevas condiciones y límites. Y si la otra parte no accede, entonces, dar el paso de dejar la relación.

2.  Entender por qué permanezco en la relación

En el caso de que se siga dentro de la relación, será fundamental, para tomar unas u otras decisiones, comprender por qué.

Algunas posibilidades:

  • Miedo a estar solo.
  • Miedo a no sentirse válido o al sentimiento de fracaso.
  • Preocupación por el qué dirán.
  • Miedo al sufrimiento de terceros (hijos, otros familiares, etc).
  • Dependencia emocional.
  • Dependencia material o económica.

Una vez comprendido el motivo por el cual se permanece habrá que preguntarse: ¿Si resolviese este problema o ya no existiese ese motivo, seguiría en la relación? Si la respuesta es que no, quizá el trabajo deba centrarse en solventar ese punto más que en forzarse a arreglar una relación que en el fondo, no quieres para ti.

3. No etiquetar al infiel

Sobre todo en aquellos casos en los que la persona que ha cometido la infidelidad demuestra arrepentimiento y actos claramente activos por reparar y sanar la herida; disminuir la etiqueta de infiel será crucial para seguir avanzando.

Esta etiqueta hace que la persona que la porta sienta que no tiene escapatoria y que ha perdido todas sus demás cualidades positivas, lo que a la larga minará su autoestima y sus ganas de seguir mejorando.

Paralelamente, la persona que pone la etiqueta y que está dolida por la infidelidad, puede utilizarla como castigo, pero el efecto que se conseguirá será permanecer en un estado de hipervigilancia que hará que cualquier comentario o conducta “del infiel” se interprete como señales que confirmen la etiqueta. Pero lo que es aún peor, no seremos capaces de ver cosas positivas.

Por tanto, será fundamental entender que haber cometido la infidelidad, es una conducta reprobable, pero la persona es mucho más que esa misma conducta; y deberá ser tratada por todo lo que es, no solo por esa mancha negra en su expediente.